EX ALCALDE EMAGANGUE, JORGE CARCAMO
El triunfo de Willian Dau sobre la clase política tradicional fue esperanzador. La sociedad en su conjunto lo festejó y se imaginó que vendrían días dorados para la ciudad. Fue un triunfo inspirador. Sublime. Por la imaginación de todos volaba aquel episodio bíblico cuando David venció al gigante Goliat.
Su discurso de una lucha sin cuartel contra los corruptos arropaba el querer y la voluntad de todos. Y la promesa de irrigar miles de millones de pesos en obras públicas en las zonas marginadas de la ciudad , contratadas con las Juntas de Acción Comunal, era apenas más que conmovedor.
Nunca soñó Keynes, el economista inglés, que un rincón del mundo se adoptarían sus doctrinas para generar empleo y desarrollo económico y social. Para que los pobres históricos encontraran espacio en los programas sociales a la hora de hacer las inversiones.
Creo que el gobierna debe dejar de ver conspiraciones y ganar aliados para que su agenda de gobierno sea posible por el bien de la ciudad.
Dinamitar puentes y no tenderlos en tiempos de crisis no es inteligente. La ruptura que declara el alcalde en contra de los gremios económicos es como cerrar una puerta y tirar las llaves al mar. Justo en el momento en que necesitamos tener abiertas todas las puertas y ventanas.
Es la hora del encuentro y no de las divisiones. En juegos se encuentra la vida de un centenar de cartageneros y no solo las vanidades del poder.
Ha llegado la hora de molestar con la verdad y no seguir complaciendo con la adulación.
Lo que sucede es serio y debe manejarse seriamente.
El liderazgo del alcalde debe suscitar que todos los sectores de la cuidad, políticos, sociales, comunales y gremiales, se reúnan, sin exclusión, en una mesa redonda para tratar de sortear de la mejor manera los desafíos que hoy se ciernen sobre el cielo de la ciudad. No para dejarse imponer agenda sino para consensuar la que más convenga a los intereses colectivos. De ella debe salir la firma de una especie de nuevo contrato social para la ciudad. ¡Hay tiempo para rectificar! ¡Rectificar también es gobernar!