POLITICAZOS.
SATANIZACIÓN DEL CLIENTELISMO COMO CORRUPCIÓN.
Ahora, el clientelismo es corrupción. Así lo consagraron los padres de la patria, a instancias del pulquérrimo Andrés Pastrana, quien llegó a la Presidencia de la República, sin financiación del narcotráfico, como él mismo, anuncia, para darle brillo a su llegada al Solio de Bolívar, y tirarle “mierdita”, en la cara, a Ernesto Samper Pizano, por el famosísimo y al parecer, también histórico, proceso 8.000. Billete caliente, en la campaña de El Bojote. Y ese, es el gran brillo presidencial de Andrés, del cual, a lo mejor, tendrá razón.
Sí, lo tipificaron como delito, en el año 2.000, en el código penal, que se expidió en ese año. Pastrana, heredado de su papá Misael, era partidario de la meritocracia, para acceder a cargos de dirección del Estado. Meritocracia, que en ese momento y aún hoy, resulta elitista, excluyente y demagógica, pues, resumidamente, no se escoge al mejor, intelectualmente preparado, si no, al que más papeles académicos –títulos- exhiba.
Ese mismo criterio, profesaba Galán, a quien nosotros, nunca vimos como gran líder popular; lo catalogábamos, como líder para la alta sociedad; pedía meritocracia, pero para la gente de abajo, la que carecía y sigue careciendo, de oportunidades para llegar, siquiera, a un pregrado en la universidad. Y el Congreso, repleto de hipócritas, aprobó la correspondiente ley. Hipócritamente, porque, son los congresistas, padres y parte beneficiaria, del clientelismo político.
¿Qué es clientelismo? Que el ciudadano común y corriente, alcance alguna de las gracias, que el Estado, pueda dispensar, a los pobladores de su territorio. Ejemplos: empleo o la prestación oportuna de algún servicio público, a cargo de aquel, tal como de educación, salud, en un plano individualizado y de vías u obras públicas, en otro, genérico o comunitario. Para eso, el voto por determinado candidato.
En otras palabras, una mera intermediación, entre votantes menesterosos y Estado. Intermediación, que debía resultar positiva o eficaz, para prestigio del clientelista gestor y para satisfacción, del elector esperanzado, de solución para su necesidad. Clientelismo que se hace indispensable, ante las falencias del Estado, para ofertar obras y servicios, suficientes, para atender a la gigantesca demanda agregada de toda su sociedad.
Michael J. Sandel ganó el premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2018. El espectador
El recorderis anterior y la actualidad noticiosa en torno a Ingrid Betancur, Alejandro Gaviria, Galán y Jorge Robledo y resto de coaliciones para consultas presidenciales, con respecto al clientelismo, es que todos éstos, satanizan al clientelismo, sin saber de qué hablan; o lo saben, y se las tiran de yo no fui y las caras que les ayudan. La meritocracia, en Colombia, carece de esencia sustantiva y la explica, sin saberlo, Michael Sandel, en reportaje que publica el Espectador, en días pasados:
“¿Qué tiene de malo la meritocracia?
En determinada manera, la meritocracia es un ideal atractivo porque promete que si todo el mundo tiene las mismas oportunidades, los ganadores merecen ganar. Pero la meritocracia tiene un lado oscuro. Hay dos problemas con la meritocracia.
Uno es que en realidad no estamos a la altura de los ideales meritocráticos que profesamos o proclamamos, porque las oportunidades no son realmente las mismas.
Los padres adinerados son capaces de transmitir sus privilegios a sus hijos, no dejándoles en herencia grandes propiedades sino dándoles ventajas educativas y culturales para ser admitidos en las universidades”.
Oportunidades para la educación, así, la competencia por el cargo, trabajo o empleo, es entre iguales, entre preparados, entre todos los que tuvieron chance de una educación o de una especialización universitarias. Entonces, lo primero, sería, abrir universidades, para albergar a la mayor cantidad posible de primiparos. Que luego se especialicen y que más tarde, salgan a disputarse la plaza en vacancia.
Pero el clientelismo se acabó. Lo extinguió, en altísima proporción, la Constitución de 1.991. Lo transformó en corrupción. Ahora, no se prometen ni piden puestos de trabajo. $e mue$tran y $e piden $$$$$$, por el voto, principalmente, en la circunscripción nacional. Ahí están, Aida Merlano y lo que ella denuncia, que no quiso ver, el Fiscal Martínez Neira, cuando le cayó a aquella, en Casa Blanca, y no fue a las otras. Inmortalizado, estaría Humbertico.
Joaquín Romero Calle.