MUJERES QUE FESTEJAN FALLO DE ABORTO ¿SON ATEAS?.
Lo preguntamos, porque el concepto de vida humana, que poseemos todos los seres conscientes, está íntimamente ligado a una creencia imperativa, con arraigo de superioridad; esto es, de divinidad. De allí, que para todos los vivientes, un hijo, es una bendición de Dios. Y se le tiene a él, Dios, como dueño absoluto del tránsito terrenal que todos hacemos. Esto es, cuándo se nace y cuándo se muere. “Señor, hágase tu voluntad.”
El encabezamiento, lo origina la noticia de la despenalización del aborto, por parte de la Corte Constitucional, ante lo cual, a las puertas del palacio de justicia, en Bogotá, centenar de mujeres, celebraron tal decisión, como un triunfo social, individualizado en cada fémina, arrancado a la justicia, en honor, al respeto a una presunta autonomía de la mujer, sobre su cuerpo.
No compartimos ese parecer. Nos disculpan las mujeres, partidarias de esa decisión judicial. La tal autonomía sobre su cuerpo, la tienen, la ejercen y la disfrutan. Lo estamos viendo, por ejemplo, en la creciente práctica del lesbianismo, que popularmente, está haciéndose realidad visual, dentro del conglomerado femenino. Ahí, la mujer, se entrega a otra mujer, en busca de placer homosexual, desechando, compartir con el hombre.
En este 2.022, hemos conocido, dos casos de rupturas de relaciones formales heterosexuales, por intromisión de un tercer sujeto, que resulta ser, también, femenino. Y la razón de la preferencia de mujer por mujer, radica, según lo analizan expertos, en las formas de la copulación; ésta, en realidad, es una especie de masturbación asistida, pues, se requiere penetración y para ello, tienen que acudir a la simulación de un órgano viril postizo.
Ese miembro, en las entrañas femeninas, dinamiza el erotismo, el cual, desbordado, lleva a una elevada sensación de éxtasis en el amor, sin necesidad de ingerir droga alguna. Situación, que no se genera en el acoplamiento heterosexual, pues, el hombre, rinde tributo a la satisfacción, entregando como su clímax, la llamada eyaculación, con la cual, además, se distiende. Se vuelve flácido. El órgano postizo, no eyacula.
Luego, la justificación de la autonomía sobre sus cuerpos, no es argumento, que a nosotros nos convenza, sobre la lucha, por la despenalización del aborto. Las causales excepcionales que ya estaban reconocidas, para hacer viable, legalmente, la interrupción del embarazo, creemos, colmaban suficientemente, las garantías para impedir el nacimiento de un hijo no deseado, fruto de acciones ofensivas de la dignidad de la mujer, o con graves riesgos
para salud de madre y vástago.
El dilema, entonces, surgido a raíz de la sentencia de la Corte Constitucional, sería el de autonomía sobre el cuerpo, frente a la vida del hijo en embrión o feto, próximo a ser bebé. No se advierte aquí, aquel me gusta, de la antigüedad, cuando el Rey Salomón, resolvió, que la madre verdadera del niño en reclamo, era aquella, que lo quería vivo, aunque en poder de otra. Acá, la consigna, parece otra: viva mi cuerpo, muera mi hijo.
En épocas de las incipientes redes sociales, emergentes en las modernidades tencnológicas, vimos un video, filmado durante el proceso interrupción del embarazo. Se adquiere noción, de que hay vida. El feto en peligro, huye de los fórceps -tenaza clínica- que lo persiguen para desintegrarlo. Antes de eso, habíamos oído hablar, del aborto factible, durante las primeras cuatro (04) semanas de gestación.
Por amor a la vida, a partir del entonces documento visual, no consentimos en el aborto, salvo las autorizaciones, como excepción, citadas arriba. En estas redes sociales, vimos un mensaje crítico en contra de la alta corporación jurisdiccional. La constitución, preserva la vida, la Corte Constitucional, prohija la muerte. Este señalamiento, nos hace caer en cuenta, en un hecho, que luce contradictorio y que daría razón, al ciudadano de la observación comentada.
Jurisprudencialmente, se ha definido, que el feto, es persona, desde su concepción y por consiguiente, con derechos civiles -a una familia, padre, madre- y patrimoniales -herencia, legado, etc.- aún, con caracteres póstumos y derechos alimentarios. Entonces, ¿cómo así, que a las veinticuatro (24) semanas, carece del derecho de nacer? Habría que volver a la historia de Félix B. Cagnet, con su Albertico Limonta.
En la Cuba de 1.940, una bella mujer, hija de un matrimonio de las más rancias costumbres aristocráticas, se deslizó pasionalmente con su novio. Vino el barrigón, la furia del padre abuelo y la sentencia a muerte para el recién nacido, aún antes de nacer. A escondidas, Albertico ve la luz del sol y la negrita del servicio doméstico, lo toma, lo cuida y lo cría como su hijo. Logra que se haga médico y en ejercicio de la profesión, atiende en sus últimas, al renegante abuelo, Don Rafael, quien fallece, más, por la pena moral, que por los males que lo aquejaban.
Joaquín Romero Calle.