El individuo, quien es un reconocido y exitoso empresario turístico y farandulero, protagonizó el escándalo del siglo: Impedir, por manos de terceros, declaración de confirmación de resultados electorales, por parte del Congreso de Estados Unidos. Decisión, que la lógica de los acontecimientos, tenía cantado sentido, en el cual vendría: Joe Biden, legalmente, Presidente electo de la Yunait. Show terrorista doméstico del siglo, porque se prevé, que en los 80 años, que restan para el 2.100, no se repetirá, hecho, como el de ese, seis (06) de enero.
Aquella República del norte de América, madre de democracia perfecta, opinan algunos lambones; posee sistema electoral arcaico, como dijeron los iraníes. En ocasiones, no resulta Presidente, quien más votos directos del pueblo, obtiene. No gana ese, si no, el que escoja, el Colegio Electoral, instancia definitiva. Trump, en su primera candidatura, triunfó singularmente: Perdió en las urnas y lo exaltaron los colegiados. Ahora, pretendía que fuese así. Que se repitiese la película de cuatro (04) calendarios atrás.
Repetición, con mayor gravedad, porque, hasta se inventó, fraude en los conteos o escrutinios oficiales que lo mostraron derrotado. Y en el Colegio, igualmente, le ahogaron sus aspiraciones. Y entonces, dejó ver, todo el talante, de comerciante tenebroso. En contravía de lo enseñado por la ciencia política, de que el poder público, se ejerce en beneficio generalizado de toda una comunidad, Trump, optó, por demostrar, que se abusa de él, para favorecer a unos cuantos, a muy pocos o a alguien en particular.
En Colombia, tenemos ejemplo de ese favorecimiento particular. Con untadita de mermelada, se reformó la Constitución Nacional, para permitir la reelección Presidencial, de un mandatario, en desempeño de ese empleo. La motivación para reelegir, lo fueron, las bajas que sufría la guerrilla, en la incesante guerra Estatal, en contra de ella. Bajas, que después, se conoció, muchísimas, eran jóvenes citadinos, anónimos, llevados con engaños a la ruralidad, en donde les daban muerte y que tenían por nombres, “falsos positivos”.
En castellano, truhán, es el ser humano, sinvergüenza, estafador. Eso dijo que es Donald Trump, el Abogado Asesor de éste, en una sesión de investigación disciplinaria, del Senado de los Estados Unidos. Dicho profesional, quien, durante años, estuvo al servicio del personaje, en asuntos privados del mismo, y en otros, inherentes a la campaña electoral del 2.016 y al mandato obtenido, así lo definió en esa audiencia.
Se nos dá, por repetir los calificativos, en virtud de lo recientemente acaecido, en materia política, administrativa y penal, en aquel cuerpo colegiado norteamericano. Y lo hacemos, porque es evidente e indiscutible, que Trump, incitó a la comisión de tales hechos y porque, luego de fracasado el propósito buscado, el Presidente, olímpicamente, salió a decir, que los culpables, pagarán por lo que hicieron.
Es decir, que los culpables, son aquellos, “no yo”. Clásica muestra de falta de vergüenza y de sobrado ánimo estafador, aunque, en este escenario, haya sido, en un plano meramente ideológico, pues, aunque no se sabe, qué prometió Trump, a cambio, no parece ser, alguna disposición patrimonial. De todas maneras, creemos, que engañó a sus secuaces, motivándoles, con algunos ofrecimientos, para las conductas asumidas y comentadas.
Otra cosa contó el Abogado Asesor: Que recibió instrucciones precisas, para obstaculizar cualquier eventualidad, que diese publicidad a las notas de calificación, del rendimiento académico, en la formación como estudiante, de Trump. Para ese trance, rebosaba de vergüenza. Pésimo estudiante, pero, águila para los negocios, con el vuelo, venido a pique, en su no continuado viaje por la Presidencia de Estados Unidos. Por fortuna.
Nosotros, hemos escrito esto, por petición de amigos lectores. Tratamos de ser, periodísticamente, comentaristas de altísimos cabales internacionalistas. La premisa cierta de autodeterminación de los pueblos, nos impide emocionarnos, con lo que internamente, en su devenir político propio, acaezca en Estados, distintos a Colombia. No fuimos chavistas, ni somos maduristas. Tampoco, nos apasionó la elección de Obama, como primer raza negra, Presidente de la Yunait. Valoramos, sí, lo socialmente bueno, que se haga para los respectivos asentamientos humanos.
Una vez lo dijimos: Por la Presidencia de Obama, Estados Unidos, no dejará de ser imperialista. Siguió siéndolo. Reconocemos, que allá, centro capitalista por excelencia, hay políticas para bienestar de la población. El trabajador pobre, es pobre y le remuneran como pobre. Pero vive dignamente. El Estado, le brinda condiciones de comodidad, mínimas, pero comodidades, al fín y al cabo. Y oportunidades para la superación. Igual hizo Chávez, introdujo políticas públicas de bienestar colectivo.
Que se equivocó con el cuento del socialismo, hombre sí. Que hubo y sigue habiendo corrupción, sí. La hay, desde siempre. Y cómo es, promovida por el capital inversionista. Prueba de ello, es el contrabando de productos alimenticios, en la frontera con Colombia. Mercancía, que llegaba a Venezuela, para el lleno de los requisitos de nacionalización, para efectos del subsidio. Luego, salía de contrabando, para Colombia. Corrupción entre el capitalista importador y las autoridades de control, administrativas civiles y las uniformadas.
Que lo de Chávez, se derrumbó, sí. Pero, no por socialistas las ideas o políticas: Porque el precio del petróleo se vino al suelo y obviamente, aquellas, perdieron fuente de financiación. Y por los embargos o aislamientos diplomáticos y comerciales, impuestos por Estados Unidos, el país, policía del mundo. Ahí tienen la despedida de Trump: Cuba, patrocina el terrorismo. Y él, ¿qué? ¿Qué tal, la ética de Trump?
Labrandose inigualable imagen mundial de “dandy caveman” -troglodita elegante- se irá de la Presidencia, pero ojo, que tiene multitud de seguidores, que le insuflan, desde ya, mérito de Jefe Natural del Partido Republicano. Así anda la humanidad, llena de individualismo egoísta, insolidario y abusivo.
Joaquín Romero Calle.